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jueves, 17 de octubre de 2013

Fascículo 1: Choque.


El timbre acababa de sonar en Fatty’s High School y una marabunda de estudiantes salió de las clases para la comida. Los gritos de los de primer curso resonaban por los pasillos, mientras los más mayores los miraban por encima del hombro, dejándolos corretear y hacer los cabestros. Total, ellos ya tenían su sitio asignado en la cafetería.

-Así que nuevas, ¿eh? Os va a gustar este instituto.- El uniforme de animadora que lucía la rubia que hablaba destacaba contra las ropas sosas y ‘sin gracia’ del resto de estudiantes que pasaban por su lado, algunos parándose a observar a las dos chicas nuevas con curiosidad.- ¿Podéis repetirme vuestros nombres?- Una sonrisa encantadoramente estirada y una libretita en las manos. Tenía que apuntar a estas dos descolgadas, por supuesto.

La más bajita tenía una carita inocentona y una sonrisa de buena que hizo que Sylvia apuntara un ‘sosa’ en la libreta. Era guapa, sí, ella no negaba esas cosas. Pero desde luego, si las otras animadoras le preguntaban, diría lo contrario. Orco, orco, eso.- Electra.- Dijo la bajita, con una voz prácticamente inaudible. ‘Voz de castrati’, apuntó con una caligrafía prácticamente ilegible, para que las nuevas no supieran lo que estaba apuntando.- ¿Electra qué más, cielo?- Ella escribía sin hacerle mucho caso.- Podmore.- ‘Apellido ridículo’, subrayado tres veces para que no se le olvidara resaltarlo.- Perfecto, Electra. Bienvenida al instituto.- Le dirigió una última sonrisa y posó sus ojos en la otra chica.

Era algo más alta, extremadamente delgada y vestía con ropas caras. Ladeó la cabeza y la observó de arriba abajo.- ¿Y tú?- Ronroneó, acariciando la posibilidad de un nuevo fichaje para el hueco que acababa de dejar la gorda de Wylkes, a la que habían echado por incompetente. No era tan guapa como la otra chica, pero desde luego tenía presencia.- Natalie. Natalie Wixson.- Levantó las cejas y apuntó con una sonrisita ‘muy aceptable’.- Encantada, Natalie. Creo que te puedes venir a la hora de comer, causarás una muy buena impresión. Digo, esos pómulos.- Hizo un gesto de “uau” y le sonrió, olvidándose por completo de la sosa de al lado.

Un weirdo con un gorro oscuro pasó por su lado y le dio un pequeño empujón, haciendo que perdiera el equilibrio.- ¡Eh, friki, mira por dónde vas!

***

-¡Chúpamela!- Avanzó por el pasillo a empujón limpio hasta llegar a la cafetería, calándose el gorro y respirando pesadamente. Divisó a Mordred en una mesa del lateral, bastante oculta al resto de miradas y avanzó hasta él pesadamente.- UN SUFICIENTE. YO.- Dejó los libros sobre la mesa de un golpe y se sentó. Normalmente soplaba bastante de las notas, pero su madre ya le había arreado tantos sartenazos en forma de amenaza que sólo pensar sacar notas bajas le empezaba a doler la nuca.

-Pero ssssssssi Geografía ssssse te da bien.- Replicó Mordred, contrariado, con ese acento tan característico suyo. No muchos sabían la procedencia de Mordred, sólo veían a un chico delgaducho, pálido y con un acento raro. Ah, vistiendo siempre de colores oscuros. Algunos lo tildaban de ‘gótico’. Los mismos anormales que tildaban a las animadoras de… personas. En fin, por lo visto cualquier persona que vistiera de negro tenía que ser gótico y escuchar a Manson. En realidad a Mordred le iba más Tchaikovsky. 

Vulcan se encogió de hombros, con expresión resignada y algo enfurruñado.- No sé tío. Colega, colega, colega, mi madre me va a matar.- Se tiró sobre la mesa, tapándose la cara con los huesudos dedos y suspiró. Tras unos segundos de retiro espiritual, separó los dedos para poder mirar a Mordred entre ellos.- ¿Has visto a Jazz hoy?- Sin esperar respuesta, empezó a mirar a su alrededor, como si estuviera olfateando.- Esssssstá ahí. Con lassss animadorasss.- Giró la cabeza y dirigió una mirada de hastío profundo proveniente del averno.- Ah. Con esas.- Divisó la melena morena de Cayne, sentado al lado de una rubia con cara de zorra y rodeándole los hombros, probablemente diciéndole algo de su coche recién comprado. 

Jazz interceptó la mirada de Vulcan y le saludó con la cabeza, guiñándole después el ojo a lo “¿has visto?”. Bufó.- ¿Y con quién está? ¿Con Stahl? Puaj.- Puso los ojos en blanco, le dirigió una mirada de asco profundo a la rubia, que parecía estar riéndose tontamente de las bromas de Jazz, y se giró hacia Mordred.- Ehhrr… tuuu hermanaa… ¿dóondee se ha metido?- Cof cof. Disimula, disimula. Mordred le dirigió una mirada asesina y respondió bruscamente un “en la biblioteca” que no admitía más preguntitas. 

Se escurrió por el asiento y miró al techo con aburrimiento. Estaba pensando en lo bonitas que eran las luces de la cafetería cuando Mordred empezó a llamarlo y prácticamente a sacudirlo mientras decía algo así como “eba eba”. Cuando le prestó un poco más de atención se dio cuenta de que quería decir “nueva” y giró la cabeza hacia la entrada de la cafetería.

***

-Chicas, esta es Natalie. Natalie, estas son las chicas.- Anunció con una sonrisita cuando llegó a la cafetería, con Natalie del brazo. Las animadoras levantaron la cabeza de su comida (prácticamente sin tocar) y examinaron a la recién llegada. A los pocos segundos, unas sonrisitas igualitas que la de Sylvia afloraron. Lo sabía. Se sentó al lado de la Jefa de las Animadoras e hizo que una pelirroja pecosa y algo fea se quitara de su lado para que Natalie se pudiera sentar.- Bien hecho, Stahl.- Le dijo Kimara, examinando a la recién llegada.- Gracias.- Levantó la barbilla, muy orgullosa. Kimara estaba en el último curso y ella estaba intentando hacer todos los méritos posibles para conseguir el puesto de Jefa de las Animadoras cuando Rowle abandonara el instituto. Qué. Mejor ella que Telleria.

Las chicas empezaron a hacerle preguntas a Natalie, que las respondía con un brillo de victoria en los ojos. Sabía dónde pertenecía, vaya. Sylvia notó la inquisitiva mirada de Kimara en su nuca y se giró. Levantó las cejas, en una muda pregunta.- ¿Y la otra nueva?- Ah, sí. Carraspeó y puso los ojos en blanco.- Una sosa. Bonita, pero sin gracia. Parecía que acababa de salir de la casa de la pradera.- Movió la mano como quitándole importancia.

- Las mosquitas muertas son las más peligrosas, Stahl.- Le avisó la Jefa de las Animadoras, con una mirada de superioridad. -Sí, bueno, no es que tú tengas cara de mosquita muerta precisamente, ¿no?- Satisfecha con la respuesta, Kimara le sonrió con un veneno casi imperceptible (que ya era mucho decir) y miró el reloj blanco nacarado que llevaba en la muñeca izquierda.- Tengo que irme, Thyler está esperándome.- Sylvia asintió con un movimiento rígido de cuello. Si llegaba a ser Jefa de las Animadoras, tendría que tener un novio. Un novio decente. Y oficial, porque Cayne…- Vaya, Stahl, hoy estás especialmente rubia, ¿no?- Hablando del rey de Roma. Apenas habían pasado cinco segundos desde que Kimara había abandonado su sitio en el banco y ya había aparecido Jazz y lo había ocupado.

Jazz no era precisamente lo que ella denominaría novio. Había algo, pero. Quizá una relación de conveniencia mutua, más por la parte del chico que por la suya. Básicamente porque ella se ponía tontita cada vez que lo veía, así que. Se rió de forma estúpida y puso los ojos en blanco.- Oh, cállate. Ya sé que vienes a fardar de tu nuevo coche.- Dejó que le rodeara los hombros y levantó las cejas.- Bueno, cuando quieras te llevo a dar una vuelta, Stahl. Seguro que te gustan sus asientos de cuero y su, bah, a quién le importa.- Sylvia se había empezado a reír cuando notó una mirada no muy simpática clavada en ella. Levantó la vista y observó al weirdo del otro extremo de la cafetería, que recibía el saludo de Jazz. Puso los ojos en blanco.- No sé qué haces hablando con esos. Se van a creer que son guays o algo. Y más el del pelo graso, Vincent.- Uy, no sabía ni su nombre, vaya por dios. A quién le importaba.

Estaba parloteando con Jazz sobre cosas sin sustancia alguna cuando sus compañeras empezaron a llamarla y a susurrar cosas sin sentido. Levantó la vista y observó a la chica nueva, ¿Elena? Sentada en la mesa de antes. Con esos dos. Casi podía notar la radioactividad que empezaba a emanar de las mejillas del piojoso del gorro. Por algún extraño motivo, eso la molestó. No que al imbécil ese le gustara la nueva, no, ni de broma. Simplemente estaba acostumbrada a que las novatas le doraran la píldora e intentaran hacerse su amiga. El hecho de que Electra hubiera ido directa a una mesa cualquiera con un par de inútiles y no se hubiera parado siquiera delante de la mesa de las animadoras la mosqueó. Mucho.

Parecía que el resto de la mesa estaba pendiente de su reacción. Al fin y al cabo, había sido ella la que había ido a cotillear a las dos nuevas. Carraspeó y puso los ojos en blanco.- Es su sitio perfecto. No hay más que ver el abrigo de la temporada pasada.- Jijiji qué malota, uhhhhh. Las animadoras le rieron la gracia y empezaron a cotorrear entre ellas, criticando a la nueva.

Sylvia se la quedó mirando con los ojos entrecerrados, ignorando por completo a Jazz.

***

-Tío tío tío, una tía, UNA TÍA.- Vulcan le daba empujones a Mordred por el pasillo, todavía con las mejillas enrojecidas.- Y era GUAPA.- Parecía que Mordred sudaba, porque puso los ojos en blanco.- Y qué másssss da.- Bah, él no sabía lo que era divertido.- E-lec-tra.- Repitió su nombre, como paladeándolo, con cara de imbécil. Hunter chasqueó la lengua.- ¿Ahora te vassss a volver idiota?- BOOM, otro empujón de Vulcan.- No, imbécil. Es sólo que…- Alguien lo cogió de detrás y se le olvidó lo que iba a decir.- Hombreeee, señores, qué tenemos por aquí.- Jazz se puso delante de los dos, con las cejas levantadas y una sonrisa ladina decorando sus labios. Bueno, como siempre. Vulcan tenía la teoría de que había nacido con esa sonrisa pintada en la cara.

La gente estaba empezando a entrar en las clases y el pasillo se iba vaciando poco a poco.- ¿Tú no deberías estar con Stahl?- La voz de Vulcan no era lo que se decía un remanso de paz. Se podía detectar su tono de asco a kilómetros.- Ah, se las apañará sin mí.- Jazz se encogió de hombros y se apoyó en unas taquillas, sin quitarles la vista de encima.- Así que os habéis hecho amiguitos de la nueva…

-No.

-Sí.

Vulcan y Mordred se miraron.- ¿Ahora essss nuesssstra amiga?- El rumano levantó las cejas. No le gustaban las chicas, sólo su hermana. Vulcan bufó.- Es simpática. Es la única que no parece imbécil. Y sabe de libros.- ¡Libros! ¡Eso que las animadoras no sabían que existían! ¡Una chica inteligente! ¡Y GUAPA! Y le trataba tan bien. No, Vane, ya basta.

Para entonces, la sonrisita de Jazz se había convertido en una carcajada que resonaba por el pasillo vacío.- A Stahl no le gusta. No os convendría estar cerca de ella, podéis acabar salpicados por su locura.- Mordred se encogió de hombros y Vulcan bufó, rebotado.- Me da igual lo que haga Stahl.- Sacó pecho.- Sólo es una rubia sin cerebro que está celosa de la única chica con personalidad del instituto.- Por dios. Mordred lo miró con el ceño fruncido.- Pero sssi no la conocessss. Sólo hasss hablado con ella durante la comida.- La voz de la razón, desde luego. Vulcan se encogió de hombros.- Da igual, colega, yo noto estas cosas. Y Stahl no le va a tocar un pelo.- El caballero de la armadura oxidada había llegado.

Jazz se encogió de hombros, todavía riendo.- Yo os he avisado.

***

La puerta de la clase de Biología se abrió de un tirón y un Vulcan y un Mordred apresurados entraron en el aula.- Llegan tarde, señores.- Advirtió la profesora, mirándoles por encima de sus gafas. Sylvia puso los ojos en blanco y volvió a mirar a Natalie, que se había convertido en su mejor amiga en la última media hora.-… lo que te iba diciendo. Tiene pinta de empollona. ¿Y has visto qué mal viste? Fijo que compra en rebajas.- La profesora la miró amenazadoramente y le hizo un gesto de silencio.

Sylvia asintió y se calló, y a los diez segundos, en cuanto la profesora se dio la vuelta, volvió a abrir la boca.- Además, fijo que intenta apuntarse a las convocatorias de animadora. Se creerá que tiene talento o algo.- Nadie se explicaba de dónde había salido ese odio desmesurado de Sylvia hacia la nueva. Normalmente era irritante, hacía putaditas, sí. Pero desde que habían salido de la cafetería, Stahl no cerraba la boca. No podía dejar de criticarla, y ella misma se extrañaba de ese ramalazo tan tonto. Pero cuando le daba por alguien…

La profesora se dio la vuelta como un tornado.- SEÑORITA STAHL.- Cerró la boca, lívida. Ay, esa era peor que el profesor coñazo de Historia. Cogió un lápiz e hizo como que apuntaba algo en la libreta. En ese momento, la profesora empezó a decir no sé qué de una tarea por parejas y ella miró a Natalie para proponerle ir juntas, hasta que la profesora dijo algo de “sorteo”. Sorteo de qué. Qué decía esa. Eing. No. 

Abrió la boca para discutir, pero la profesora ya había empezado a sacar nombres de una bolsa. A Natalie le tocó con Ale, un niño apocado que le sonrió desde lo lejos y le saludó. Natalie puso los ojos en blanco y miró hacia delante.- Al menos me harán el trabajo.- Qué envidia. Si no le tocaba con alguna amiga suya, al menos podría tocarle con un inocentón que hiciera el trabajo por ella.

A Podmore le tocó con Reid, el jugador de fútbol americano con más músculos que neuronas. Sylvia no tenía mucho trato con él, pero habían hablado en un par de fiestas y era divertido. No le pareció bien que a Electra le tocara con un chico que a ella le caía bien. Debería haberle tocado con. Wylkes. O algo. No, mentira. Fijo que se hacían colegas o algo. Ggggggr.

-Stahl, Sylvia. Usted irá con Hunter…- Vulcan y Mordred se miraron, aterrorizados.-… Morgana.- Qué. Quién era esa. Qué. O sea. Qué. Una melena negra azabache se agitó en la primera fila y vio a la susodicha. Genial. La hermana gemela del vampiro. ¿Tendría ella también ese ridículo acento? Bufó por lo bajo y se escurrió ligeramente en la silla. Eso prometía ser un rollo.

Qué casualidad, a los dos frikis les tocó juntos.

***

Salieron de clase por patas, contentos por el hecho de que les hubiera tocado juntos. Tampoco es que les costase mucho hacer el trabajo, entre los dos lo habrían acabado en media hora y podrían ponerse a jugar a la última versión del LoL que habían sacado. Pronto se reunió Morgana con ellos dos, con la cara demasiado inexpresiva, hasta para ella.- ¿Qué passssssa?- Mordred la miraba con el ceño fruncido. Olía las cosas que le pasaban a su hermana a kilómetros.- Que me ha tocado con una animadora petarda. Eso pasa.- Puso los ojos en blanco. Morgana no es que fuera muy amiga de las animadoras, la gran mayoría eran simples imbéciles. Y cuando decía la gran mayoría, eran todas.

-Y no una animadora petarda cualquiera. Te ha tocado Stahl, La Reina de las Petardas.- Morgana le dirigió a Vulcan una mirada gélida y, en un momento, cambió la expresión por completo, de vuelta a la inexpresividad. Vale.- Está detrás de mí, ¿no?- Un carraspeó le confirmó sus peores sospechas. Mei dei mei dei, había que huir. Fue a tirar de Mordred, pero no parecía dispuesto a dejar a su hermana a solas con la Animadora más Inútil de Todos los Tiempos, así que le tocó dejar los pies bien anclados en el suelo.

Stahl le ignoró por completo y se dirigió a Morgana.- Supongo que tendremos que hacer esto juntas.- Torció la boca ligeramente y miró a una delgaducha rubia que la esperaba un poco más lejos. Vulcan pensó que parecía un amasijo de palos pegados con súper glue más que una persona normal y corriente, y esos pensamientos hicieron que se perdiera la mitad de la conversación. Tampoco es que le importara mucho.

Cuando Stahl se largó, Morgana seguía totalmente inexpresiva.- ¿Qué ha pasado?- Preguntó, sin creerse todavía que no les hubiera arrebatado el alma o algo así. Aunque bueno, a Morgana era difícil quitarle el alma SI NO TENÍA UNA. Ahora que lo pensaba, eran tal para cual.- Que haremos el trabajo esta tarde. En mi casa.- Le dirigió una miradita indescifrable a Mordred, que asintió y cogió a Vulcan del brazo. 

Dejaron a Morgana detrás y se alejaron a la siguiente clase, la última del día. En su fuero interno (y no tan interno) deseaba que le hubiera tocado con Electra. No es que le gustara, QUÉ VA, simplemente sentía curiosidad. Curiosidad de BESARLA. Pero no podría haber tenido más suerte, habiéndole tocado con Mordred.- Oye tío, ¿y si hacemos el trabajo esta tarde y nos lo quitamos de encima?- Mordred asintió, sin decir una palabra. Ya se sabía que no podían ir a casa de Vulcan por culpa de los orangutanes que tenía por hermanos.

***

Cuando llegó donde estaba Natalie, se encogió de hombros.- Ni fú ni fa. Iré a su casa, haré el trabajo y me largaré. Cuanto antes mejor.- Natalie asintió, mirándola con avidez. Se quedó parada y levantó las cejas.- ¿Qué?- La cara de Natalie cambió de repente y negó con la cabeza.- Nada, estaba pensando en lo genial que habría sido que nos tocara juntas.- Sylvia asintió. Claro que sí. Pese a que era nueva, Wixson había encajado bien, y con su figura ya tenía asegurado el puesto en el grupo de animadoras. Telleria le arreglaría el uniforme de Wylkes, que sería unas cinco tallas más grande. 

Cuando llegó a su casa, comió a toda prisa y se pasó el día haciendo planings para la fiesta en la playa que se iba a celebrar la siguiente semana. Estaba esperando a que Jazz la invitara a ir con él y la llevara en su coche nuevo. Ignoró los grititos de su hermana, que estaba abajo, contándole los detalles de su boda a su madre. Su hermana había sido jefa del Club de Debate y había ganado miles de premios en el instituto, pero se había dejado la carrera a medias para casarse con un ricachón y hacerle de sirvienta. O así es como lo veía Sylvia.

A las cinco en punto estaba en casa de los Hunter. Había esperado una especie de mansión a lo familia Adams pero era un bonito caserón blanco, con el jardín muy cuidado. Levantó las cejas con sorpresa.

A las cinco y cinco estaba en la habitación de Morgana, con la puerta cerrada a cal y canto, las dos mirando los libros y los ordenadores a la vez, casi sin hablar. Después de media hora, Sylvia carraspeó.- Ehhrr… y, bueno… ¿tú dónde te metes en los descansos?- Era una forma bastante estúpida de intentar divertirse en esa tarea muermo. Y más cuando hacía cinco minutos había empezado a oír gritos y risas en la habitación de al lado. Por lo visto el vampirito era hiperactivo o algo.- En la biblioteca.- Susurró Morgana, sin decir nada más. Hm. Qué chica más. Vale. Puso los ojos en blanco y se levantó.- ¿Me puedes decir dónde está el aseo, por favor?- No es que tuviera especiales ganas de ir, pero con tal de salir de esa asfixiante habitación, lo que fuera.

Cuando llegó frente a la puerta del aseo, estaba abierta. Tiró a entrar pero a su derecha se abrió otra puerta, de la que salió el friki delgaducho. Vincent Vanger o algo así. Se quedó mirándolo con las cejas levantadas. Él se colocó enfrente suya, en el otro marco de la puerta.- ¿Aligeras? Que hay cola.- ¿Peeeeeeeeeeerdona? Cómo le hablaba así.- ¿Tú qué haces aquí?- Preguntó, arrugando la naricita. Ah, claro. Era colega de Hunter macho. Eso cuadraba.


Vulcan puso los ojos en blanco.- ¿Desde cuándo te tengo que dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer, Animadora?- Lo peor es que ese “animadora” tenía tanto asco que Sylvia abrió la boca, con indignación.- ¿Desde cuándo ser animadora es algo malo? Al menos yo hago algo por el instituto, no estoy simplemente pegada a mi portátil jugando a bobadas.

Ahora le tocaba a Vulcan indignarse, abrió la boca y empezó a bufar.- ¿Bobadas? Bobadas, dice. Esta tía está loca. Estás loca, ¿lo sabías? Seguro que sí. ¿Qué te ha dicho el psicólogo? ¿Te dan pastillas para tu LOCURA, loca?- Oooooooins. Volvió a abrir la boca y le propinó un pequeño empujón.- ¡Cállate, friki!- Vulcan la miró desde arriba y le arreó con un huesudo dedo en la frente.- Cállate tú, Animadora.- Pero, pero, pero. Por qué decía eso con tanto asco. Ni que fuera malo.


Y entonces identificó quién era. Después de unos ¿cinco años? De verlo rondando por el instituto.- Tú eres un Vane.- Vulcan puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.- Vaya, ¿en serio? Cuéntame algo que no sepa.- A Sylvia le dieron ganas de arrearle un bofetón, pero estaba demasiado ocupada examinando a ese palo de escoba.- Tus hermanos han sido los mejores quarterbacks del equipo del instituto. Han recibido premios.- Vulcan la imitaba sin hablar, moviendo la boca con los ojos en blanco, como si hubiera escuchado esa cantinela miles de veces. Cuando vio que Sylvia se callaba, volvió a mirarla.- ¿Ya? ¿Te has cansado de recitarme el cuento de toda mi familia?- Sylvia se cruzó de brazos. Era irritante y tenía una patada en la entrepierna. Estaba claro.- Eres muy delgaducho para ser un Vane.- Vulcan le sonrió.- Y tú muy lenta para estar meándote.- Y, sin más, se metió en el aseo y cerró la puerta en sus narices.

Sylvia se quedó con la boca abierta y un palmo de narices, y empezó a golpear la puerta.- ¡Eh, yo estaba esperando antes! ¡Las damas primero!- Se oyó una risa en el interior y la voz amortiguada de Vulcan gritando “¡Pero tú no eres una dama!”.

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