-No
es culpa mía que Stahl sea una imbécil reprimida.- Se defendió mientras cerraba
la taquilla. Era lunes, el primer día de clase después de esa fiesta en la
playa que se había celebrado el viernes por la noche. Vulcan no sabía qué
esperarse. No sólo había insultado a Stahl delante de todos sus amiguitos, sino
que los había llamado falsos.
Obviamente,
el Gossip Bitch se había hecho eco de la noticia, y nada más poner los pies en
el instituto había empezado a notar las miraditas y los cuchicheos. Bah, le daba
igual, no iba a preocuparse por lo que dijera de él una panda de imbéciles.
Pero sí Jazz. Había aparecido delante suya mientras sacaba los libros de la
taquilla y se había dedicado a preguntarle que a qué había venido eso (y bueno,
a advertirle de las consecuencias).
-Puede
que sea una imbécil reprimida, Vulcan, pero…- se miró las uñas, con las cejas
levantadas y una sonrisita socarrona-… ese bofetón no acabó con el problema.
Las cosas no han hecho más que empezar.- Vulcan lo miró con los ojos entrecerrados.-
Si tú mismo reconoces que es una imbécil reprimida, ¿qué hacías besándote con
ella?- Casi que se podía notar cómo Vulcan le recriminaba a Jazz. Un poco solo,
eh. Jazz se rió y se encogió de hombros.- No es fea.- Como si eso lo explicara
todo.
Puso
los ojos en blanco y se caló el gorro
hasta las cejas, prácticamente.- Que haga lo que le dé la gana.- Jazz se
encogió de hombros de nuevo, como si supiera algún secreto que no le había
contado.- Yo te he avisado.- Dejà vú. Jazz siempre aparecía, le soltaba esas
pullitas y se largaba en una nube de humo. Y luego se lo encontraba metiéndole
mano a Stahl en la cafetería, como si no hubiera pasado nada.
En
la entrada de clase de Geografía se encontró con Electra, que parecía estar
esperándole, nerviosa.- ¿T-te han dicho algo?- Parecía preocupada. Hasta
Electra, con lo inocente que era, sabía que la había cagado. Y eso ya era
decir. Vulcan le sonrió, quitándole importancia al tema.- Me han dicho que el
gorro me hace cara de pervertido. Lo de siempre. ¿Entramos a clase?- Y sin
esperar respuesta, la arrastró hasta dentro del aula.
Nada
más entrar en el aula vio a Morgana en su sitio, al lado de Mordred. Frunció el
ceño y buscó algún sitio libre. El de Morgana y el que solía estar vacío a su
lado… justo al lado del pupitre de Sylvia y la delgaducha… ¿Weyson? Bah.
Hunter
hembra le dirigió una sonrisita y le señaló los únicos huecos libres en toda la
clase. Lo había hecho aposta. Había ido a joder. Ya iba a lanzarse sobre ella y
tirarla de la silla con un golpe ninja-vulcano cuando recordó sus palabras en
la cafetería, y luego la advertencia de Stahl. Tragó saliva, cogió a Electra de
la mano y la llevó al sitio que le había reservado Morgana. Seguramente estaría
detrás, comiendo palomitas y decapitando ratas para algún maleficio.
La
clase se quedó en silencio, y en cuanto se sentó notó cómo la espalda de Sylvia
se tensaba, como si estuviera pegada a un palo. Notó una mirada que podía
fundir piedras pegada a su sien, y cuando giró la cabeza se sorprendió al ver
que no era Stahl, que intentaba pasar de él por todos los medios posibles, sino
su compañera. Bufó y miró hacia delante.
***
No.
No, no, no. No. No. NO. Supo que Vulcan acababa de entrar en cuanto todos sus
compañeros se callaron. Bueno, y el codazo de Natalie también ayudó. Se mordió
el interior de la mejilla e intentó mirar hacia otra parte, pero escuchó un
ruido a su derecha. No había sido capaz. No había sido capaz. No habSí, había
sido capaz. Estaba sentado a su lado. A medio metro de distancia. Tan cerca que
podía levantar el brazo y arrearle un puñetazo (cosa que la tentó). Natalie
empezó a soltar pestes entre susurros, y Sylvia sólo podía desear que se la
tragase la tierra.
A
la hora de comer, las animadoras le mostraron su apoyo y se pusieron de acuerdo
en que, si había que tomar represalias, colaborarían encantadas. Total, si un
friki se había alzado ¡se podían alzar todos! ¡Y LA PIRÁMIDE SOCIAL NO SE PODÍA
DESMORONAR!. Sylvia no respondió y apenas habló en todo el día. Se había pasado
el fin de semana peleándose con su hermana y con sus padres y con ataques de
furia poco contenida que habían acabado con cinco lámparas rotas y parte del
vestuario de su hermana volando por la ventana.
De
camino a la siguiente clase, Natalie la cogió del brazo y se la llevó al aseo.
Vigiló que no hubiera nadie en ninguno de los cubículos y atrancó la puerta con
una silla. Sylvia ya se temía lo que iba a pasar, así que se apoyó en uno de
los lavamanos y se quedó esperando. No había tenido tiempo de pensar en nada de
lo que había pasado en todo el fin de semana, así que cuando Natalie decidió
autoencerrarse en el aseo, se acordó de todo de pronto. El beso, Nat pidiendo
perdón, ella diciendo que no pasaba nada. Ay madre.
Nat
se le acercó, ligeramente ruborizada y sin poder levantar la mirada.- Oye
Sylvia, yo t-te quería hablar de…- Sylvia negó con la cabeza y la interrumpió.-
No pasa nada. Lo comprendo.- Natalie abrió los ojos como platos y la miró,
boquiabierta.- ¿De verdad?- Sylv asintió y tragó saliva. Nat se acercó un poco
más, le apartó un mechón de pelo de la cara y se lo colocó detrás de la oreja.
Sylvia estuvo a punto de apartarse, pero la dejó.- E-entonces… ¿no te molestó?-
A ver. Molestar… lo que se dice molestar… se encogió de hombros.- No, no pasa
nada, Nat. Somos amigas.- Cuando levantó la mirada, tenía a Nat tan cerca que
podía acariciar uno de sus pómulos con
la punta de su nariz. Respiró hondo.
Wixson
se mordió el labio, mientras dirigía miradas intermitentes a los ojos y la boca
de Sylvia. Tragó saliva y se le acercó un poco más, hasta que su aliento le
rozó los labios.- Sí, somos amigas.- Vale, decisión rápida. Stahl, aligera. Su mente
estaba embotada y no era capaz de decidir si sí, si no, si apartarse, si qué.
Dejó que Natalie se le acercara, hasta que sus cuerpos se apretaron el uno
contra el otro. No, no, no, no, estaba mal, estaba fatal. Estaba terriblemente
mal.
Pero
se quedó parada y cerró los ojos. Acercó sus labios peligrosamente a los de
Natalie. Hubo un roce, seguido por la fusión de sus alientos, las bocas se
empezaron a acariciar y…- EH, ¿QUIÉN HA ATRANCADO LA PUERTA?
Se
separaron como si les hubieran propinado una descarga eléctrica y se miraron,
alertadas. Una parte de Sylvia dio gracias a todos los dioses posibles,
mientras que una pequeña (que más tarde se negó a reconocer) maldijo la
intromisión. Natalie tragó saliva y pareció serenarse.- Hay que hacer algo con
lo de Vulcan, ¿no?
Sylvia
le sonrió, contenta de haber cambiado de tema. Sabes. O sea. ROLLO BOLLO CACA.
ROLLO BOLLO MALO. EL ROLLO BOLLO QUE SE QUEDARA EN THE L WORD. Ladeó la cabeza,
mientras miraba la puerta, que se sacudía por los golpes y se cruzó de brazos.-
Tengo una idea.
***
Al
día siguiente, Electra llegó a su taquilla corriendo, con una sonrisota en la
boca y un sobre azul en la mano. Casi se come a un par de personas por el
camino, pero consiguió llegar hasta Vulcan de una pieza, al que saludó con un
beso en los labios. Los dos se pusieron rojos. Como siempre.
-¡Adivina!-
Gritó Electra, entusiasmada. Vulcan miró el sobre que llevaba en las manos, con
un mal presentimiento.- Qué.- Preguntó sin apartar la mirada de esa cosa azul
que seguro que era algo horrible. Olía a Channel nº5. Oh dios, una carta
perfumada, ¿acaso Electra tendría un pretendiente secreto y algo gay? TELLERIA.
Estuvo a punto de salir corriendo por el pasillo graznando el nombre de Unai
hasta encontrarlo, pero Electra eliminó esos pensamientos de un plumazo.- ¡Me
han invitado a una fiesta de pijamas!
Qué.
Eing. Oh dios. ¿Las fiestas de pijamas no eran esas en las que las tías se
medían las tetas y practicaban besos para cuandoVULCAN PARA DE PENSAR EN ESO.-
¿Quién te ha invitado a esa cosa?- No la dejó responder. Aprovechó su altura
sobrehumana y le arrebató el sobre. Lo mantuvo en alto para que Electra no
consiguiera alcanzarlo y sacó un papelito blanco ribeteado en flores de
colorinchis. Arrugó la nariz ante la cursilería. Empezó a leer la carta,
moviendo las labios y profundamente concentrado, ignorando a Electra, que daba
saltitos intentando coger la carta otra vez.
-¿QUE
NATALIE WIXSON TE HA INVITADO A UNA FIESTA DE PIJAMAS EN SU CASA? No vas.- Hizo
amago de romper la carta, pero Electra
dio un salto y se la arrebató de las manos.- ¿Q-qué d-d-dices? ¡Es mi
oportunidad para hacer amigas! ¡No conozco a nadie! ¡Y se han tomado la
molestia de invitarme! Seguro que son simpáticas y sólo quieren que nos
conozcamos mejor…- Vulcan bufó y empezó a hacer aspavientos exagerados con las
manos.- Sí, ya, claro, y también querrán tomar el té en una casita de caramelo
e invitarte a ir al País de las Maravillas y… Electra, no lo entiendes, son
MALVADAS. Y no malvadas de que te ponen la zancadilla en el pasillo (que
también), sino malvadas de que te echan cicuta en el zumo del desayuno.
Electra
puso morritos.- P-pero antes s-se ha acercado Natalie y ha sido muy maja
conmigo. Me ha peinado el pelo y hemos estado hablando. Le he preguntado por
Sylvia y me ha dicho que no estaba cabreada conmigo, que pensaba que era m-muy
simpática y quería ser mi amiga…- Empezó a ruborizarse y se miró las puntas de
los pies. Vulcan se la quedó mirando, pensativo. Parecía muy ilusionada con
todo ese tema.-… Si tienes algún problema, LO QUE SEA mientras estés ahí,
quiero que me avises. De inmediato. Sea la hora que sea. Y le arrancaré la piel
a Stahl y me haré unos botines.
Electra
dio un gritito de alegría y lo abrazó.
***
Llegó
el fin de semana de la fiesta de pijamas. Sylvia había ido por la mañana a casa
de Natalie a organizarlo todo. Al fin y al cabo, las invitaciones habían sido
cosa suya, también lo de mandar a Natalie al aseo para convencer a Electra de
que asistiera.
La
casa de Natalie era un caserón gigante, justo al lado del Club de Campo, una de
las zonas más privilegiadas y exclusivas de la ciudad. Habían invitado a casi
todo el equipo de animadoras. Sylvia se había encargado de escribir
especialmente la invitación de Aliche, a sabiendas de que su primo le tenía una
tirria especial a Podmore desde que la tuvo de compañera de pupitre un día. Los
Telleria eran así de especiales.
Aparte
de las animadoras habían invitado a cinco o seis chicas ricas que se movían por
sus círculos, aunque no fueran de la mega-élite del instituto. No era culpa
suya tener una coordinación de mierda (o simplemente no tener el carisma
necesario para ingresar en el equipo).
Así
que, después de todo el día arreglando la casa de Natalie (sus padres se habían
ido a otra casa que tenían, súper contento de que su hija fuera tan popular),
estaba todo arreglado para la noche.
~
-TÍAS
TÍAS TÍAS TÍAS.- Todas estaban en el súper salón de Natalie, tiradas en círculo
sobre unos sacos de dormir de colores diferentes y súper monos de la muerte que
la anfitriona había comprado para la ocasión. No había mucha comida que se diga
(ya sabéis, comer no iba con ellas, ¡uh, carbohidratos!), pero el alcohol
corría generosamente, y ya iban todas tocadillas (incluida Electra, a la que
Sylvia había obligado a beber en profundidad con falsas sonrisas). En ese
momento, Alex acababa de abrir la boca. A ver qué perlita soltaba.- TÍAS. Creo
que he encontrado a mi hombre perfecto.
Todas
la miraron con atención, esperando a ver qué chico del equipo de fútbol decía
esta vez. Pausa dramática. Levantó la mano.- Quiero un Christian Grey en mi
vida.- Risas.- OYE QUE ES VERDAD. ESE MACHO TE COJE Y TE DEJA QUE NO SABES SI
ESTÁS VIVA O MUERTA.- Todas rieron, excepto Electra, que no parecía saber muy
bien de qué estaban hablando. Sylvia, que estaba a su lado, le dio un pequeño
empujón.- ¿Qué pasa Electra? ¿No te has leído 50 Sombras de Grey?- Preguntó en
un tono de voz lo suficientemente alto como para que el resto la escuchara.
Sofocaron un poco las risas.
Electra
se sonrojó y bajó la cabeza.- N-no…- Sylvia fingió estar indignada.- PERO SI ES
LA MEJOR SAGA DE TODA LA HISTORIA. Después de Crepúsculo, por supuesto.- Se
oyeron respuestas afirmativas y un par de “AMÉN”, que resonaron por toda la
casa. Qué inteligencia. Qué sabiduría. Qué cultura. Las empollonas por
excelencia.
~
A
eso de la medianoche, mientras las chicas hablaban y hacían las tontas, Natalie
y Sylvia se escaparon silenciosamente a la habitación de sus padres. Nat había
conseguido hierba (LJ, obviamente) y no quería compartirla con las demás.
Estaban
las dos tumbadas en la cama, pasándose el canuto tranquilamente y mirando al
techo de la habitación de sus padres.-… Entonces…- Sylvia giró la cabeza y miró
a Natalie-… ¿alguna vez lo has hecho con una tía?- No preguntéis a qué venía.
Los porros estaban haciendo su trabajo, y no es que fueran muy sobrias
precisamente. Natalie negó con la cabeza y se la quedó mirando.- ¿Por qué?
¿Quieres probar? Jijí.
No
dijo nada. Le dio una profunda calada al porro y, sin mediar palabra, se colocó
encima de Natalie, con su cuerpo entre las piernas. Se inclinó hacia su cara y
dejó que el humo acariciase su boca. Wixson levantó un poco más la cabeza y lo
absorbió. Tras unos instantes, sus labios se rozaron y el humo dejó de ser lo
más importante.
Natalie
se levantó un poco más y el roce se trasladó a una caricia y luego a un beso.
Sylvia rodeó su cintura con el brazo, atrayéndola hacia sí, y le devolvió el
morreo. Porque sí. Porque le daba la gana. Porque estaba borracha y fumada y
herida en su orgullo. Y porque le apetecía. Y porque lo tenía demasiado a
huevo.
Natalie
no se hizo de rogar ni lo más mínimo. Sumergió su mano en el pelo de Sylvia y
se sentó en la cama, con su cuerpo entre las piernas de la rubia, y dirigió la
otra mano a uno de sus muslos. La cosa fue subiendo de tono. Las manos de
Sylvia viajaban por todo el cuerpo de Natalie y sus labios ya habían explorado
demasiado esa boca y ese cuello. Decidieron pasar a mayores.
Tras
un mordisco, Natalie le levantó los brazos a Sylvia y le empezó a quitar la
camiseta del pijama, dejándola con un sujetador blanco. Estaba luchando con el
broche que lo cerraba y Sylvia ya estaba a punto de meter una de sus juguetonas
manos por debajo del pantalón de Natalie cuando un estruendo en la parte de
abajo las alertó.
Se
quedaron paradas.- Son ellos.- Dijo Sylvia, alertada. Se levantó de un bote y
se puso la camiseta.- ¡Vamos!- Le gritó a Natalie, que se había quedado
mirándola, como sin saber muy bien de qué hablaba. Tras unos segundos pareció
despertar.- ¡Mierda, el plan!- Siguió a Sylvia, que ya salía de la habitación,
con mal humor. Le habían cortado en lo mejor.
Cuando
bajaron a la planta de abajo, donde estaban todas, eso parecía un campo de
batalla. Las chicas estaban escondidas tras los sofás y los chicos del equipo
de fútbol habían entrado por las ventanas con globos de agua y pistolas llena
de pintura. Las chicas se medio reían, medio gritaban, obviamente no estaban lo
suficientemente sobrias como para preocuparse por su pelo.
Sylvia
observó gustosa cómo Reid Edinger perseguía a Podmore, dándole con pintura roja
en la espalda, mientras Electra se reía y salía corriendo. Bajaron al salón
para poder ser pintadas y corriendo y gritaron como las demás. Desde luego la
casa de Nat iba a quedar hecha unos zorros después de todo aquello.
Tras
media hora, los chicos consiguieron ser reducidos a base de kétchup y mostaza y
desterrados de la casa. Sylvia le lanzó a Natalie una mirada significativa y
ella carraspeó.- Bueno, tengo una sauna donde podemos cambiarnos todas.- Las
animadoras se miraron entre sí, con una sonrisita que Electra no acabó de
entender, pero bah.
Cuando
llegaron a la sauna, todas empezaron a remolonear, a mirar una cosa y otra.
Había duchas, como si fuera un vestuario gigante, pero también una zona de
sauna y un jacuzzi. Parecía un mini balneario. Sylvia vigilaba a Electra por el
rabillo del ojo y, cuando se desnudó completamente, gritó un potente “AHORA”.
Dos
de las animadoras la cogieron por los brazos con fuerza. Electra las miraba a
todas sin saber muy bien qué pasaba, por qué de repente todas se habían girado
a mirarla. Natalie cogió el pijama de Podmore y se fue al salón a buscar el
resto de sus cosas. Desde fuera, Sylvia oyó la voz de Yago.- EH, STAHL, ESTO YA ESTÁ.
Con
una sonrisita satisfecha, Sylvia abrió la puerta del mini balneario y se
encaminó hacia la puerta principal, con el resto de animadoras. Electra
pataleaba y gritaba, sin saber por qué se habían llevado su ropa, por qué la
arrastraban hasta la puerta principal, por qué todas se habían puesto en su
contra de repente.
En
la puerta principal la esperaba Sylvia, apoyada en el marco con los brazos
cruzados y las cejas levantadas.- Echadla.- Electra intentó resistirse, pero
las animadoras eran más y más fuertes. La hicieron cruzar el umbral de la
puerta y la lanzaron fuera, haciéndole caer contra el asfalto. Cerraron
rápidamente la puerta para que no pudiera entrar. Oyeron los golpes de Electra,
y su voz suplicando que la dejaran entrar, que no tenía ropa y hacía frío.
-¡Subamos
al piso de arriba, no me quiero perder el espectáculo!- Sylvia corrió hacia
las escaleras y llegó al cuarto de Natalie, ya que la ventana daba a la calle.
Allí la esperaba Nat, con las cosas de Electra en las manos y un cubo lleno de
globos de agua y pintura en el suelo.
Se
apelotonaron todas contra la ventana y miraron hacia abajo. Justo en el espacio
de jardín que había debajo de la ventana de Natalie, había un gran charco de
barro, que Yago seguía mojando.
Electra
miró hacia arriba y las vio.- ¿POR QUÉ HACÉIS ESTO?- Gritó, con lágrimas en los
ojos y tapándose como buenamente podía. Sylvia cogió las cosas de Electra de
los brazos de Natalie y empezó a tirarlas al barro. Yago se encargó de empezar
a darles con un palo para que se rebozaran de lodo y tierra mojada.- Porque
podemos.- Sentenció, mientras seguía lanzando cosas por la ventana.
Electra
las miraba de hito en hito, primero a ellas, luego a sus cosas, manchadas y
asquerosas.- ¡Venga, Podmore, cógelas! ¡Son tus cosas! Ponte tu asquerosa ropa
y revuélcate en el barro.- Sylvia se encogió de hombros.- Es lo que te mereces,
al fin y al cabo.- Electra fue corriendo hacia la improvisada zanja, llorando,
e intentó coger sus pantalones. Al acto empezaron a lloverle globos de agua y
pintura desde arriba.- VENGA, ELECTRA, PONTE TU ASQUEROSA ROPA.- Un globo le
impactó en el pelo.- NO TENEMOS TODA LA NOCHE.
La
pooooooooobre Electra lloraba mientras se ponía los pantalones llenos de barro.
Era eso o irse desnuda a su casa. Iba a coger una camiseta cuando se oyó un
grito.- ¡Stahl!- Reid apareció por un lateral de la casa, como si hubiera visto
todo el espectáculo.- ¿¡Se puede saber qué coño estás haciendo!?- Corrió hacia
Electra y se metió en el barro con ella. Cogió su camiseta del fango y se la
dio para que se tapara.
Sylvia
puso los ojos en blanco, desde la ventana.- Pírate, Edinger, ya ha acabado tu
parte. A la próxima el novio de esta zarrapastrosa se lo pensará dos veces
antes de intentar tocarme los cojones.- Se quitó el pelo de la cara con un
movimiento de pelo Pantene muy poco acorde con la situación. Reid la miró con
asco.- ¿EN SERIO? ¿Todo esto es por lo de la fiesta? ¿Y lo pagas CON ELLA?-
Sylvia bufó. Ningún tío sabían a qué habían venido, sólo Yago. Ella había
dejado una notita a los jugadores de fútbol informándoles de la fiesta y
proponiendo atacarla con pintura, como si fuera alguien más del equipo que
hubiera tenido la genial idea.
Reid
negó con la cabeza y cogió las cosas de Electra de entre el barro.- Eres peor
de lo que pensaba.- Tapó a Electra con su chaqueta gigante del instituto y le
puso la mano en la espalda.- Vamos, te acompañaré a casa.
Electra
estaba demasiado… llorona para discutir. Asintió mirando al suelo, sin que
pareciera que hubiera escuchado nada de la conversación, como si sólo quisiera
desaparecer.
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